jueves, 28 de julio de 2011

La ética

El internista jamás podrá olvidar los principios éticos que rigen su quehacer.
El objetivo filosófico de tal proceder es el de preservar la dimensión ética de la medicina en su acercamiento con el hombre. En efecto, las nuevas técnicas y los nuevos saberes (reanimación, trasplantes, imágenes, predicción genética, psicofarmacología), las presiones de la investigación científi ca (experimentación), las solicitudes del mercado (industria farmacéutica, instituciones prestadoras de salud) y en fin, las exigencias de la sociedad frente a la medicina colocan, a
veces, al médico frente a situaciones moralmente confusas. A estos cuestionamientos recientes se agregan los dilemas, más clásicos pero no menos difíciles, ligados a la situación médica. ¿Debo decirle toda la verdad al enfermo? ¿Cómo acompañar al moribundo? ¿Hasta dónde respetar la libertad de los enfermos? ¿Cómo conciliar el secreto médico y el peligro para un tercero?
La ética no es una ciencia ni un sistema institucional de normas, ni un saber hacer। La filosofía occidental, desde Sócrates, afi rma la imposibilidad de enseñarla. Sin embargo, se supone que ella, objeto de un saber y parte de un trabajo nacional sobre “lo que se debe hacer” es, a la vez, posible y necesaria. En efecto, negarlo sería suponer que sólo existe el conocimiento científi co y la intervención técnica. Sería tomar una posición filosófica contra la posibilidad humana de razonar, pensar, sentir, adquirir valores y defender la autonomía de cada persona. Es entonces sobre el postulado de una refl exión racional posible en el campo de los valores que se fundamenta y fortalece la ética.
Si vivimos en una sociedad laica, democrática y pluralista es allí donde el internista debe actuar moralmente: la ética se vive siempre en una comunidad de hombres y muy particularmente en aquélla que se sustenta en el respeto por la libertad, la igualdad y la solidaridad en un estado de
derecho.
La esfera privada se distingue de la esfera pública, lo moral de lo legal, lo religioso de lo profano, pero todas siendo dimensiones constitutivas del hombre ciudadano.
De allí que el internista debe tener los medios conceptuales y la información necesaria para construir un verdadero juicio moral. Toda reflexión moral, desde Aristóteles, duda entre la búsqueda de los principios generales y el estudio de casos concretos particulares. Es cuando se
detecta y se hace necesaria la distinción entre lo moral de los principios y la ética aplicada. De hecho, la dialéctica de estos dos acercamientos es parte constitutiva de lo moral.
Ambos son necesarios y complementarios. No existe, ni podrá existir, vida moral sin vida compartida con otros hombres, bajo diferentes circunstancias que obliguen a plantearse diversas preguntas. ¿Qué se debe hacer? ¿Qué es lo que está bien? Esquemáticamente, se puede decir que el médico trabaja y decide a partir del estudio de casos, mientras que el abogado, el fi lósofo, el sociólogo se inclinan a interrogarse basándose en los principios generales. A partir de la colaboración entre unos y otros debería nacer la verdadera refl exión moral.
¿Por qué son necesarias las ciencias humanas? La medicina interna labora con el hombre y para el hombre para ayudar a conservar y restaurar la salud। Para ello, necesita adquirir ciertas características:

• Adquirir una actitud de comprensión profunda por su paciente.
• Aprender a respetar la intimidad de los pacientes.
• Evaluar las infl uencias culturales y sociales que reciben sus pacientes.
• Cumplir con los preceptos éticos y morales de la medicina.
• Adquirir las bases científicas más sólidas que aseguran idoneidad y eficacia en el ejercicio de la medicina.
• Estar permanentemente actualizado.

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