¿Por qué te hiciste internista?
Pedro Gordo Fraile
Medicina Interna. Hospital de la Costa. Burela. Lugo
“Todos ven lo que tú aparentas; pocos advierten lo que tú eres”
MAQUIAVELO
Improvisé en ese momento una respuesta y ésta no me pudo parecer más simple e inconsistente. La pregunta de mi amigo el Dr. Fernando Diz-Lois, que llevaba implícita la petición de unas reflexiones propias para la elaboración de El Libro de la Medicina Interna, merecía una respuesta más seria y más comprometida. Le expuse mis dudas sobre si unas reflexiones tan personales y subjetivas tendrían algún valor para el lector pero él me respondió que precisamente esto podría ser lo interesante.
Esta cuestión, que me había planteado en innumerables ocasiones, varios días después seguía rondando mi cerebro y ello me hizo pensar que la pregunta no era tan simple como aparentaba ni mucho menos la respuesta. El calado de la misma debía ser más profundo.
De entrada, la definición de un internista, sin palabras técnicas, para
que lo entienda la población, no es fácil. En un esfuerzo que quizás
pueda calificarse de eufemista y sobre todo, incompleto me atrevería a
recurrir al símil del director de una orquesta cuya partitura es el cuidado
integral del paciente y cuyos conocimientos le habilitan para tocar todos
los instrumentos que la componen.
Soy de aquellos que no creen que las vocaciones se adquieren en la
infancia, ni siquiera incluso en la adolescencia. En todo caso opino que
lo que se adquiere son los condicionantes de la misma y ésta se acrisola
en la edad adulta con el devenir de los años y las vivencias que estos
La medicina interna como modelo de práctica clínica acarrean, moduladas siempre por las personas, como han sido mis circunstancias personales a la hora de elegir esta especialidad.
Sin darme cuenta, comencé a reflexionar con mayor profundidad y de entrada me percaté que para mí el ser internista es un estado de ánimo y una actitud ante la vida. El paciente percibe cómo eres pero no sabe lo
que eres. Partiendo de esta premisa y ante la dificultad que encontraba
inicialmente para responder coherentemente a este interrogante me di
cuenta que había un error de planteamiento en mi formulación. Era
evidente que antes de preguntarme por qué quise ser internista debía
preguntarme ¿por qué quise ser médico?.
Fue a la edad de once años cuando contraje una fiebre tifoidea la cual me deparó un estado de grave postración que, según me contaron,fue motivo de gran preocupación para mis familiares y profesores.
Entonces el cloramfenicol era el gran protagonista. El recuerdo más
sobresaliente de aquellos momentos fue la imagen de mi médico, ya
entrado en años, que me visitaba varias veces al día y me exploraba con
una rigurosidad y profesionalidad que aún no he podido olvidar, al igual
que el ánimo y la fuerza que me invadía por el simple hecho de verlo
aparecer en mi habitación. Entonces comprendí lo que era un médico
para su paciente.
Si mal no recuerdo, en aquella época, en tercero de bachiller se impartía la clase de Ciencias Naturales; ésta y la Historia eran lo único que suscitaba mi interés y las leía, recuerdo, con verdadero placer. Creo
no equivocarme si afirmo que los dos hechos anteriores fueron definitivos a la hora de elegir mi opción por ser médico.
Cuando comencé la carrera en la Facultad de Medicina de Zaragoza recuerdo sentirme especialmente impaciente para comenzar el estudio de las clínicas y el contacto con el paciente. Ello era para mí un motivo de enorme curiosidad, un gran reto y una gran preocupación por si estaría a la altura de las circunstancias. Recuerdo especialmente la personalidad
de mi catedrático de Patología General, don Olegario Ortiz Manchado.
Era un verdadero actor impartiendo sus clases. ¡Cómo escenificaba sus
exposiciones! (recuerdo especialmente el shock) desde el punto de vista
clínico y fisiopatológico. La masificación y la distante relación del
La medicina interna como modelo de práctica clínica profesor con el alumno en aquellos tiempos, unidas a mi timidez naturalme impidieron conocerlo personalmente….; una verdadera pena. A lo largo de los años siguientes, en mis prácticas al igual que en los posteriores años de formación de la especialidad tuve la fortuna de tener maestros rigurosos, metódicos, honestos, prudentes, responsables y extremadamente experimentados que amaban contagiosamente su profesión y son los que me marcaron en los años venideros.
En este punto mi decisión ya estaba tomada y mi condición de internista se ha ido y sigue forjando en el paso de los años por cinco comunidades autónomas. En el Hospital, que ahora se denomina de La Vall d´Hebrón de Barcelona, realicé mi especialidad y desde entonces nunca he dejado de escuchar y aprender de la generosidad y experiencia de mis compañeros.
Nunca he concebido la Medicina sin un abordaje integral del paciente y por tal motivo me sería imposible elegir otra especialidad que la Medicina Interna. Las cualidades, entre otras, que en mi opinión deben definir a un internista son la humildad que le obligará a perseguir con sacrificio día a día la excelencia, la ambición y una infinita curiosidad del conocimiento científico y no científico, la autocrítica, la dedicación y
el compromiso moral con nuestros pacientes. Se podría argumentar que
esto es aplicable a cualquier especialidad, sin embargo yo opino que
mientras lo anterior hace mejor al especialista, en el caso del internista
no es que lo haga mejor, si no que es una premisa indispensable y es
consustancial con él mismo. En este punto podríamos preguntarnos si un
internista lo es porque tiene estas cualidades ó bien tiene estas cualidades por ser internista. No sé si ello tiene una especial relevancia pero en todo caso puede ser motivo de una reflexión más profunda.
A veces oigo de algunos compañeros temores sobre el futuro de nuestra especialidad; es un tema recurrente desde hace muchos años.
Algunos los comparto, otros no. El carácter integral e integrador, no
competitivo, de nuestra especialidad es su mayor blindaje para nuestra
continuidad. Pienso que muchas veces el peligro lo tenemos en nuestra
propia casa cuando a veces nos queremos desligar de algunas áreas por
temor a una mayor carga de trabajo y responsabilidad o justamente a la
La medicina interna como modelo de práctica clínica inversa, cuando queremos ceñirnos de forma casi monográfica a una exclusiva actividad clínica, renunciando a todas las demás en un intento de adquirir una parcela de poder, anhelo consustancial al ser humano pero al mismo tiempo una real amenaza de desintegración. Diferentes son las iniciativas que han nacido para conjurar estos peligros. Tengo ciertas reservas sobre las Áreas de Capacitación pero no me opongo a ellas en absoluto. Los Grupos de Trabajo de la SEMI y la SOGAMI han sido una medida muy inteligente y definitiva, en mi opinión, para el fortalecimiento de la Medicina Interna en nuestro país.
A lo largo de mi modesta experiencia basada en el ejercicio durante
veintinueve años como internista he podido constatar el enorme prestigio
del internista entre las otras especialidades. En muchas ocasiones somos
mucho más valorados por los demás que por nosotros mismos.
No quiero finalizar estas reflexiones sin referirme a nuestra Comunidad Autónoma y a la Región de La Mariña. He tenido el privilegio de asistir casi al nacimiento del Hospital da Costa. La expansión en calidad y cantidad de su catálogo de servicios y prestaciones de este centro es extraordinaria. En el momento presente, lo digo con orgullo, el Servicio de Medicina Interna que dirijo tiene ganado un legítimo prestigio entre nuestros colegas de otros hospitales, basado en sus facultativos jóvenes, críticos y exigentes, consigo mismo los primeros, que persiguen la excelencia de forma permanente. De todos ellos y de su generosidad he aprendido a ser mejor internista y espero también modestamente haberles aportado algo a lo largo de estos años, a todos sin excepción, a los que están y a los muchos que han pasado por allí durante estos más de veinte años.
A lo largo de mi actividad clínica en La Mariña he aprendido a admirar, querer y respetar a una población que profesa un enorme cariño y respeto a sus médicos, como nunca he conocido anteriormente. Lo que la gente de La Mariña me aporta en la vida diaria es para mí esencial para ser cada día mejor como persona y como internista y por ello no puedo estar más agradecido.
Cuando los editores de este libro me honraron al pedirme que escribiera algunas reflexiones desde mi experiencia como “un internista La medicina interna como modelo de práctica clínica en Burela” decidí que el mejor guión era dejar hablar a mis sentimientos.
Pido disculpas a quién esto le haya parecido demasiado personalista.
Podrá calificarse de trivial y demasiado subjetivo, no he pretendido ser
autobiográfico ¿qué sentido tendría?, pero sí sincero.
Muchas gracias a la SOGAMI en su XXV aniversario por depararme esta oportunidad de expresar mis sentimientos sobre una profesión tan grande y hermosa como la de ser internista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario